La ONU decidió celebrar el día universal del niño el 20 de noviembre en recuerdo de que en esa fecha del año 1959 se aprobó la Declaración de los Derechos del Niño. Es una buena noticia para una humanidad en progreso que se reconozca al niño y la niña como «ser humano capaz de desarrollarse física, mental, social, moral y espiritualmente con libertad y dignidad». La noticia menos buena es que la mayor parte de los niños del planeta no se han enterado y tienen su capacidad de desarrollarse física, mental, moral y espiritualmente en manos del azar cotidiano. De la casualidad de poder comer un día para alcanzar día siguiente.
No nos cabe la menor duda de la bondad del decálogo de la declaración, pero no podemos permanecer en las meras palabras. La Constitución Española, sin ir más lejos, reconoce también una serie de derechos a sus ciudadanos que, sin embargo, la realidad les niega. El calendario esta plagado de “DIAS DE…..” no se sabe si para consolar las conciencias de quienes pasan sus hojas o para darnos cuenta que como decía Machado hemos sido y seguimos siendo…..

los que hogaño,
como antaño,
tienen toda su moneda
en la rueda,
traidora rueda del año.

Lo cierto es que desde que se aprobaron sus derechos millones de niños han muerto de hambre. Lo cierto es que Europa, sede de todas las buenas intenciones del mundo civilizado, se gasta cientos de miles de millones de euros en rescatar a su banca y no encuentra la financiación adecuada para resolver el hambre en el tercer mundo. Eso sí sabemos proteger con alambre de espino la frontera entre los mundos y reservamos para quienes consiguen llegar, las peores condiciones de trabajo. Nuestros europeos militares maltratan a los inmigrantes ilegales cuando están vivos pero les rinden honores cuando sus ataúdes se apilan en algún puerto mediterráneo. Nos enternecemos ante la mirada triste del niño hambriento del programa informativo, pero nuestras europeas empresas explotan sus materias primas sin reparar en los derechos de esos niños. Nos condolemos con la imagen de los niños soldados, pero hacemos negocio vendiendo armas a sus dictadores.

 

No obstante todo ello, la poesía de Machado y las intenciones de algunos seres humanos hacen un poco posible la esperanza. Por eso, a pesar de todo, no es inútil mirar el calendario y encontrar que un 20 de noviembre es el día que se reserva para soñar que los niños y niñas de allí y de aquí son sujeto de derecho. Y saliendo del sueño nos podemos poner a la faena para que los que tengamos cerca, sea cual sea su color, nacionalidad o poder adquisitivo puedan disfrutar del decálogo que un 20 de noviembre estableció la O.N.U.