El punto de partida generalmente aceptado de la masonería moderna, conocida como Masonería Especulativa, se sitúa el 24 de junio de 1717, cuando cuatro logias de Londres decidieron unirse para formar una Gran Logia de Inglaterra.
El propósito de esta nueva organización era unificar y regular las prácticas de las logias que la conformaban. Para ello, el Gran Maestro encargó a varios estudiosos la redacción de un documento que estableciera sus principios fundamentales. Entre ellos destacaron el pastor presbiteriano James Anderson y el sacerdote anglicano de origen francés Jean-Théophile Désaguliers. El resultado de su trabajo se publicó en 1723 bajo el nombre de "Constituciones de Anderson", un texto que se considera la base fundacional de la masonería moderna.
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Este documento, dividido en cuatro secciones—Historia, Deberes, Reglamento General y Cantos—, promovía una gran tolerancia religiosa para la época. En su parte más emblemática, se establece:
"Así, la masonería se convierte en el centro de la unión y en el medio para reconciliar una verdadera amistad entre personas que deberían haber permanecido perpetuamente distantes."
Durante siglos, se creyó que la masonería especulativa surgió como una evolución natural de la masonería operativa, en la que albañiles y constructores aceptaron a miembros ajenos al oficio, movidos por ideales de tolerancia y filantropía. Sin embargo, a finales del siglo XX, los estudios históricos revelaron que su desarrollo estuvo marcado por rupturas y no por una transformación lineal.
La masonería tuvo estrechos lazos con el pensamiento filosófico y científico de su tiempo. Figuras como John Locke, Isaac Newton y Jean-Théophile Désaguliers, vinculados a la Royal Society, compartían la idea de que el conocimiento debía basarse en la razón y la observación, rechazando dogmas que limitaran el progreso humano. La Royal Society, que promovía el avance científico, contó entre sus miembros con varios Grandes Maestros y oficiales de la Gran Logia de Inglaterra.
Siguiendo estos principios, la masonería adoptó un método de trabajo basado en la búsqueda constante de la verdad, entendida no como un dogma revelado, sino como un horizonte a alcanzar mediante el estudio y la reflexión.
La masonería nació también como una respuesta a la violencia y las guerras religiosas de su época. Se erigió en un espacio de resistencia frente al dogmatismo teológico y político, promoviendo la independencia de pensamiento y la defensa de los derechos individuales.
A lo largo de la historia, numerosos masones han desempeñado un papel clave en movimientos de emancipación nacional y social, especialmente en las revoluciones de los siglos XVIII y XIX. Simón Bolívar, líder de la independencia sudamericana, y Giuseppe Garibaldi, figura clave en la unificación de Italia, fueron masones comprometidos con la libertad y la justicia.
Por su defensa de la libertad de pensamiento y su rechazo a los dogmas impuestos, la masonería ha sido históricamente objeto de rechazo y persecución tanto por parte de las Iglesias dominantes como de regímenes políticos totalitarios. Sin embargo, su espíritu de unión y progreso ha logrado trascender los obstáculos, manteniéndose como un espacio de crecimiento personal y compromiso con la humanidad.