Como masones, estamos obligados a practicar esta virtud, tanto en nuestras Logias como fuera de ellas. No es fácil. Pero nuestra apuesta por la libertad de conciencia como base de nuestro trabajo constructivo hace del mutuo respeto una conditio sine qua non para avanzar.
Hoy compartimos una reflexión que dio lugar a un amplio debate sobre la tolerancia y el respeto al otro y pensamos que su lectura puede ser útil a quienes se interesen por nuestra búsqueda.
Templanza
La técnica del forjado sometiendo al hierro a distintas temperaturas y tiempos logra transformarlo. Consiguiendo mayor dureza y flexibilidad, le da fortaleza.
uando hemos tenido la ocasión de introducimos en un agua con igual temperatura que nuestro cuerpo hemos experimentado una realidad quieta, la quietud. El silencio y la quietud mental son atributos necesarios para alcanzar la contemplación en la filosofía oriental.
La mente recubre la realidad sin darnos cuenta. Para conocer la naturaleza de la mente necesitas observar a la mente en silencio con conciencia desapegada, dice el sabio hinduista Nisargadatta Maharaja.
El matemático y filósofo francés Pascal escribió: «La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación».
Dice Heidegger en Diálogos de un camino de campo sobre el «pensamiento meditativo», que este, piensa al Ser, a diferencia del pensamiento superficial, representacional o calculador. Heidegger sugiere que para alcanzar este pensamiento meditativo es necesario «esperar», estarse quieto. Este esperar es estar receptivo a la apertura del Misterio, al claro del Ser; se trata de un esperar que no espera nada en específico, una espera sin objeto o meta, una espera pura y totalmente abierta, una espera meditativa. «No debemos hacer nada en absoluto, sólo esperar».
En el tarot la templanza esta representada por una persona con dos copas en posiciones verticales y horizontales desiguales que vierte líquido de una a otra simbolizando el dominio de si.
La virtud, tiene que ver con una disposición habitual y firme para hacer las cosas de forma buena y correcta. Lo bueno y correcto necesariamente atañe a una construcción común, colectiva. Trabajamos nuestra propia piedra para encajar en un edificio colectivo, que cuando lograr alcanzar la belleza la percibimos por el equilibrio y la armonía del conjunto. Este camino nos lo indica el espejo, estar atentos a los reflejos, esperar los destellos de apertura a una transformación buscada y esperada al mismo tiempo que soterrada.
La templanza o Sophorsyne es una de las virtudes cardinales postuladas por los griegos junto a la prudencia, la fortaleza y la justicia. Platón consideraba tres: La prudencia, el valor y la templanza que juntas decía hacían que una persona fuera justa. Justo para Platón es quien tiene incorporado el hábito de hacer y buscar como hábito el bien común.
La noción de virtud, según Carlos Thiebaut, incorpora el rasgo de referirse a una manera de ser y de actuar de los sujetos: añade a los principios y a los valores el acento sobre los motivos de la acción, acentúa el conjunto de disposiciones que habríamos de tener para ser fieles a nuestros valores y consecuentes con nuestros principios.
La templanza es la capacidad para controlar y canalizar correctamente nuestras inclinaciones buscando la armonía, el estado de quietud, y como resultado el equilibrio, en toda ocasión. Hacer que las situaciones fluyan sin hacerse notar, pero facilitando el orden y el equilibrio de los acontecimientos en los cuales participamos o nos vemos simplemente envuelto por ellos.
La templanza o sensatez, según expresa Aristóteles en la ética a Nicómaco combate los placeres de la intemperancia que considera indignos del hombre.
Dice Platón en el Carmides que “la sensatez en un saber de todos los otros y es, además, un saber de si mismo”.
La práctica de la templanza nos lleva, internamente, a una situación de quietud, mediante el sometimiento de nuestros anhelos, inclinaciones, ideas, experiencias, prejuicios, que dejados sin control (sin conciencia de los mismos) nos llevan a menudo al combate, a la necesidad de ser, a la critica y a la búsqueda de una Verdad con mayúsculas, anteponiendo verdades parciales, relativas, que no tienen que ver con la verdad, que es colectiva, contingente y plural.
Contingente y plural porque es en permanente construcción y eso, es precisamente, intuyo, su esencia, no creo que exista una Verdad única que ordene el universo, a modo de lo que Bertrand Russell expresaba del libro de los elementos de Euclides, Russell paso parte de su vida añorando encontrar algo similar para la filosofía y la ciencia. Creo que la verdad es una práctica compleja, rica y muy plural y por supuesto es en permanente fluir, todo fluye, decía Heráclito.
Por búsqueda de la verdad entiendo más una disposición del ánimo, una forma de ser en el mundo, abierta a la complejidad de la realidad que los seres humanos producen con sus interacciones bajo sus condicionamientos personales y sociales. Lo entiendo más como una virtud que como una realidad de hecho, es simplemente una práctica, un camino hacia el centro.
Una práctica, que el trabajo en logia nos da la oportunidad de experimentar en nuestras tenidas, con nuestras planchas y nuestras intervenciones, que cuando tienen el objetivo de construir, desde la templanza, desde la quietud (desde el silencio y la espera sin objeto) y desde la fortaleza de nuestro trabajo sobre nuestra individualidad, permiten que aflore la práctica de la verdad, esa verdad que cuando aparece va más allá de las posiciones encontradas (una piedra que quiere sacar a otra) y que lo que nos dibuja es la armonía y la exaltación del equilibrio de la diversidad superando la dualidad.
Diversidad que no tiene límites o fronteras, ni lugares prohibidos, porque aquí además de trabajar sobre cosas que son significativas para la práctica de la vida, también trabajamos sobre cosas que son significativas para el sentido de la vida. Sentido de la vida, que es la suma de todas las sensibilidades, y eso creo es la idea de humanidad, de lo que es común que decía Heráclito, eso que está más allá de lo individual y que nos contiene a todos, eso que llamamos fraternidad.
Creo que además esta idea tiene mucho que ver con la que expresaba Sócrates del pensamiento con mayúsculas, aquel que hace que una vida se haga autoconsciente de sí y del mundo que la rodea y pueda así actuar en libertad y, en consecuencia.
Creo que esta idea, simbólicamente, esta muy bien representado en el arco iris, figura que contiene la diversidad en un momento de calma.
Por último como homenaje a Luis Eduardo Aute quiero recoger aquí unas palabras suyas de una entrevista que le hizo en el 2013 la fundación Juan March.
“El ser humano necesita jugar, soñar, quejarse, manifestar su punto de vista sobre la vida, hacerse preguntas. No hay nada más irracional que la vida. Sin embargo, yo creo que tiene una razón de ser….. buscar respuestas sobre este invento que es el ser humano, y todo este misterio está en él, en el cosmos de su cerebro.”
Gonzalo F.
Maestro Masón