Nos habíamos propuesto, y habíamos aprobado formalmente en el año 2019, utilizar esta efeméride para entregar el Premio EL DERECHO HUMANO a la Asociación o entidad destacada cada año por su dedicación a alguna causa relacionada con la defensa de nuestros valores, y que siempre tienen como base el desarrollo y defensa de alguno de los Derechos Humanos contenidos en la Declaración Universal de de 1948. Este año tan raro y excepcional no hemos podido realizar nuestros trabajos de forma regular y, por tanto, el PREMIO EL DERECHO HUMANO 2020 ha quedado vacante y en suspenso.
Mirando retrospectivamente al año 2020, existen numerosos colectivos que en este período merecerían algo más que un premio por su dedicación y entrega a salvar vidas, pagando a veces con su propio contagio y su propia vida. Hemos visto reptar a la Ciencia desde las más oscuras tinieblas hasta los destellos de LUZ que proporcionan las incipientes vacunas, y queda aún un largo camino de incertidumbre que nos llevará a una, también incierta, “nueva normalidad”.
En este interregno vital global, y hasta que alguna certidumbre nos muestre cuál es el camino, me permito compartir esta reflexión del inicio de la pandemia, a sabiendas de que si hoy escribiera sobre ella, el enfoque sería muy diferente.
LIBERTAD VERSUS SEGURIDAD EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS
28 DE MARZO DE 2020, DÍA 14 DEL CONFINAMIENTO
Apenas hace un mes, aún llevábamos una vida normal – que posiblemente no real -, y muestra cotidianidad y proyectos vitales seguían su curso de forma predecible.
La súbita expansión de la epidemia de coronavirus que comenzara cinco semanas atrás en la China, y que pronto se calificaría como pandemia, quebró aquellas rutinas y marcó nuestras vidas privadas y públicas, al ordenar el confinamiento de toda la población en sus casas, a modo de cuarentena.
Nunca imaginamos que algo así pudiera sucedernos: que nos pudiéramos sentir en peligro hasta ese punto.
A partir de la semana previa a la declaración del estado de alarma, los discursos públicos fueron modificando su lenguaje para sustentar aquello que se nos iba a exigir, no ya a los españoles, sino de forma sucesiva a todos los europeos y, progresivamente, a todos los ciudadanos del planeta. Y por abrumadora mayoría, los ciudadanos, ante el miedo, hemos obedecido.
Estamos confinados y nuestra libertad de movimiento ha sido mayormente restringida. En pocos días, incluso horas, pasamos de declarar como pandemia a la epidemia. Muy poco después, los líderes de esta parte del mundo casi simultáneamente comenzaron a incluir en sus mensajes que “estamos en guerra”, que no conocemos al enemigo, que puede estar en todas partes y que es altamente contagioso y, en un porcentaje relativamente alto, letal.
Como masona confinada, he estado meditando sobre qué significa esto respecto a una de nuestras divisas como es la idea de Libertad, es decir, si mi obediencia/nuestra obediencia al mandato estatal de reclusión activa es compatible con la idea de libertad que proclamamos como principio.
De momento se trata de una reflexión provisional, ya que aún no tenemos todos los datos y estamos solo al principio de un gran cambio del que no podemos aún vislumbrar cómo se desarrollará. Pero quiero compartir con vosotros los diversos “ingredientes relacionados” sobre los que he estado pensando en esta compleja búsqueda de LUZ sobre un tema tan real y actual como inédito para todos nosotros.
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La “Guerra”
Tradicionalmente, la guerra y las diversas manifestaciones de violencia, desde la inter-personal hasta las formas más destructivas de lo colectivo, como el terrorismo, han constituido el motor de la historia pasada. Hibernan, mutan y resurgen con nuevos rostros e inusitada turbulencia, pero nuestra generación en esta parte del mundo no la ha vivido de forma directa. Cada forma de violencia genera una respuesta cuando menos equivalente, de forma que las maquinarias de la ofensa y la defensa están llamadas a retroalimentarse y se nutren de la misma fuente. En este caso, sin embargo, la guerra se libra en los hospitales, y aún así, las fuerzas del orden y las fuerzas armadas han sido llamadas a combatir al enemigo, y entretanto a escala planetaria los ciudadanos estamos confinados en nuestras casas.
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La Paz
Por su parte, la paz, – y en esto coincide con el concepto de libertad como explico más adelante – no es un concepto con contenido positivo propio, sino que se define como la “inexistencia o cesación de guerra, hostilidades, disturbios civiles, ausencia de perturbaciones, conflictos intra comunales, interpersonales o individual-espirituales”. La paz como concordia, amistad o quietud sólo puede ilustrarse a partir de un de estado no-violencia en sus diversos grados. La paz parece, pues, un desiderátum más que una experiencia humana, individual o colectiva, aunque ciertos momentos históricos hayan experimentado –al menos temporalmente – la ilusión de transcurrir “en paz”.
Immanuel Kant, en su pequeña obra “Por La Paz Perpetua” (1795) nos recuerda que “el estado de paz entre los hombres no es un estado natural (status naturalis). La convivencia implica un estado de guerra, si no continuamente declarada, al menos siempre bajo la sombra de su amenaza”. El filósofo propone a continuación – como acto positivo para evitar hostilidades entre los hombres – conseguir un marco de “estabilidad”, a partir de una constitución civil jurídica, republicana y cosmopolita.
Kant, como otros filósofos anteriores y de su época que trataron este tema, basaron su pensamiento en premisas racionales y morales, alejadas del fenómeno biológico de los instintos, donde el sentimiento primario de hostilidad parece encontrar su fundamento. Esta rama filosófica humanista evolucionó muy lentamente a lo largo de la historia, y muy deprisa a partir de la segunda mitad del siglo XX, plasmándose progresivamente en instrumentos jurídicos de aplicación universal. Me atrevo a afirmar que la teoría del Estado de Derecho, junto con el acervo jurídico-internacional sobre Derechos Humanos y Derecho Humanitario vigente en nuestros días – el mayor y más honorable legado global que jamás nos ha dejado una rama del derecho -, coinciden con la propuesta de constitución cosmopolita esbozada por Kant.
2.- La seguridad
La seguridad, que es psíquicamente indispensable al desarrollo humano saludable, y debe ser inherente e imperceptible a los quehaceres cotidianos. Cuando la seguridad forma parte de nuestro discurso puede significar que existe, real o potencialmente, una amenaza al cóctel esencial entre derechos y justicia, que algo intercepta o degrada nuestro sentido del bienestar. La inseguridad, real o prefabricada, legitima a las instancias de poder a actuar contra las libertades, en definitiva, a poner en marcha sus sistemas de control. Llevada a últimos extremos, la inseguridad – o su percepción manipulada -, puede activar la maquinaria militar estatal y/o para-estatal de la guerra aprovechando, parafraseando a Kant, el status naturalis de nuestra frágil especie. Por otra parte, los mecanismos de seguridad y de control globales se han puesto en funcionamiento desde hace décadas y empiezan a ser muy perceptibles en todas partes.
3.- La libertad
La libertad, que no ha dejado en absoluto de estar presente en las reflexiones anteriores, parece no ir aparejada con el principio de seguridad. En la medida en que éste avanza, aquélla retrocede. La libertad ha librado muchas batallas por la emancipación de los pueblos y de los seres humanos, ya sea de forma individual o como colectivo. Sin embargo, en su nombre también se han justificado grandes guerras. Ha dejado atrás mucha sangre, y aunque este no sea el lugar para detenernos a analizar su convulsa historia, merece la pena resaltar que el término ha sido y sigue siendo manipulado y manipulable por quienes detentan el poder para justificar el ejercicio del control en todos sus grados y manifestaciones.
Además, la libertad, como la paz, también se define casi siempre en sentido negativo: es la no-esclavitud, la no-cautividad, o la cualidad de no hallarse bajo control. En términos positivos podría ser el poder de autonomía o autodeterminación.
4.- La economía
Si la economía mundial está globalizada y los seres humanos estamos globalmente confinados, ¿qué va a ocurrir en los próximos meses y años? ¿Estamos ante un cambio paradigmático del modelo económico mundial? ¿Es posible que esta especie de guerra global sea una simulación para modificar los parámetros del mundo de la producción industrial, el comercio, la comunicación, el acaparamiento de nuestros datos personales, en aras de un mundo más seguro? Si así fuera, pienso que estaríamos cabalgando hacia una crisis democrática importante.
A modo de conclusión
La observación continuada de los acontecimientos mundiales parece indicar que Economía Global + Guerra Global = Déficit Democrático Global: Lo que aparentemente ocurre en territorios muy dispares – la producción de bienes de consumo a bajo precio, los conflictos varios que se desarrollan actualmente por todo el planeta – afecta, también globalmente, a los sistemas de protección de libertades allí donde están debidamente institucionalizados e impide que se construyan y consoliden donde son incipientes. El estado real del planeta, interpretando el utilitarismo a la inversa, es bastante miserable para la gran mayoría de la humanidad, y la tendencia continúa in crescendo. Las condiciones para la libertad atraviesan un momento de alto riesgo, ya que el empleo de la violencia y la fuerza se retroalimentan y podrían multiplicarse de forma caótica y anárquica. En este contexto, es difícil sostener que libertad, seguridad y guerra, aunque esta sea puramente virtual, puedan convivir en armonía. Mas aún en este caso en que el enemigo tiene el don de la ubicuidad y no se le conoce cara.
Nadie está a salvo.
Mª Angeles Siemens, M.·.M.·.
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