Tras el paréntesis de algo más de año y medio, por las conocidas restricciones preventivas y profilácticas debidas a la situación creada por el COVID, poco a poco, la luz, asoma al final del túnel. Empezamos a retomar, aunque con precauciones, la actividad habitual prepandemia y la ilusión, esa llama que ha permanecido titilante, durante dicho período, vuelve a renacer.
La vida masónica, retoma fuerza y vigor, volvemos a reunirnos en nuestros Templos para, a través de la práctica del ritual, hacer renacer ese egregor que surge en nuestros encuentros personales.
Aunque, por las medidas precautorias que, aún, debemos respetar, no podamos, por el momento, entrelazar fuertemente nuestras manos desnudas formando una sólida Cadena de Unión, nada nos impide unir, sólidamente, nuestros corazones, nuestros ideales, nuestras expectativas.
Volvemos a sonreír por el reencuentro, renace la alegría en nuestro espíritu, aunque no podemos olvidar a quienes, en este paréntesis, han quedado en el camino, bien por enfermedad, por causas económicas, por no haber sabido o podido mantener encendido el fuego de la ilusión y la esperanza o por, en los momentos de oscuridad, tratar de buscar la luz en otros orientes, creyendo que “la hierba siempre es más verde en la otra orilla “.
Por quienes se fueron: “Gimamos, gimamos, gimamos, pero, esperemos”.
Se nos abre, de nuevo, un horizonte que, aunque lentamente, se torna más nítido y azul, a la espera de retomar la tan ansiada “normalidad” que, a buen seguro, ya no volverá a ser igual que antes del episodio que hemos vivido; tenemos que conseguir construir y habituarnos a una “normalidad” diferente a la que habíamos conocido, en la que encontremos la tan ansiada paz, tranquilidad y armonía en nuestras vidas.
Es hora de volver a los Trabajos con ilusión y energía, disfrutando de cada encuentro como si fuera el primero y el último. Dejemos de lamentarnos por el pasado, por lo que creíamos que pudo ser y no fue. Dejemos a de preocuparnos por el incierto futuro y vivamos y disfrutemos, intensamente, de cada instante del presente, puesto que, realmente, es lo único que tenemos y que, según hagamos “nuestro hoy”, así será “nuestro mañana”.
Permitamos que, de nuevo, la alegría habite en nuestros corazones y enfoquémonos en desbastar, con esmero, nuestra piedra bruta para que pueda encajar, limpiamente, sin imperfecciones, en ese nuestro objetivo de edificación del Templo al “progreso y perfeccionamiento de la Humanidad”.
Recordemos, finalmente, en nuestra vuelta a los Trabajos en Logia, los versos de Rudyard Kipling:
“Allí afuera, en las calles, en el mundo profano,
todos eran “Señor” o “Mi Teniente”,
Y dentro, solamente
“Hermano mío”, Hermano,
sin gestos de obediencia o de poder.
Tras la puerta cerrada
en que se unen el Templo y el Taller
todo lo han nivelado la escuadra y la plomada.
¡Al orden de aprendiz! Llamamos y adelante.
Y entrábamos en Logia…”
Joaquín López
Representante del Supremo Consejo de la Orden Mixta Internacional
“LE DROIT HUMAIN” – El Derecho Humano, para la Federación Española
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